Canciones de Pachi [XXX]

canciones-de-pachi30Holaquétal, estimados al otro lado de la pantalla. Vamos a ello con una nueva entrega de esas canciones personales a las que intento ligar con alguna historieta que venga más o menos a cuento. Hoy, como por otra parte ya es habitual desde hace más de un par de meses, escribiendo mientras afuera resuenan los truenos, el viento aúlla y la lluvia repiquetea contra la ventana incansable. De esos días que elevan el espíritu, sin duda.

Este cansino estado de las cosas me viene de perlas para hilar la historia de hoy y añadirle la canción que he escogido, que en este caso no es que tenga un significado especial, pero a cambio, sí sonó en un momento especial y eso ya me vale dada la sequía que suele asolar esta sección del blog y el trabajo que me cuesta.

Lógicamente, las actividades al aire libre ya casi brillan por su ausencia, las inclemencias del tiempo las hacen demasiado esporádicas, llevándonos contra nuestra voluntad al sedentarismo salvo obligación, al criar moho, musgo o telarañas, al anquilosamiento de extremidades, al esperar agazapados, al escudriñar con ansiedad los pronósticos meteorológicos del fin de semana para ver si hay una mínima tregua para esbozar algún plan de acción que nos permita mover el culo, algo que no sean el 95 o el 100% de posibilidades de lluvia, viento, granizo, frío y todo tipo de adversos climatológicos. Suelen decir los más viejos del lugar aquello de que ‘nunca choveu que non escampara‘. Ya, pero uno ya empieza a dudar, visto el panorama.

Este sábado pasado llegó la ocasión. Leve mejoría, un resquicio. Cautos, esperamos hasta el viernes para asegurar, para planificar. No dan un día maravilloso, puede llover, pero ya nos vale. Mochila, botas de montaña, abrigo, bocatas y tirando millas. Algunas visitas a colegas que hace tiempo que no vemos cruzando el charco hasta la península del Morrazo y luego a estirar las piernas por sus preciosos paisajes. Esta vez tocó recorrido senderista por la zona de Cabo Udra y las playas de Ancoradoiro y Lagos, bordeando parte de la costa de Bueu, entre la ría de Pontevedra y la de Aldán, lugares que hacía mucho tiempo que no visitaba. Desde que se celebraba allí un extinto festival de música que se llamaba A noite do trasno. Que buenos recuerdos.

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udra02Bonitas vistas costeras en un día ventoso, frío, húmedo, de más nubes que claros y en el que no podía faltar la lluvia aunque fuera poca cosa. Caminar de cara al Atlántico o a la ría, con esos contrastes que propicia el sol filtrándose entre las nubes, cegando y pintando de plateado el mar, los acantilados y el horizonte, los caminos verdes y encharcados, compartir esos bocatas que saben a gloria después del camino, sentado en una orilla del Cabo Udra mientras el sol te calienta levemente de vez en cuando y contemplas el mar rompiendo contra las rocas.

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udra04Pasear por recogidas y hermosas playas y calas solitarias en las que es imposible imaginarse ahora en bañador o metiéndose en el agua. Comprobar los estragos de los temporales en los árboles tumbados y los escombros y la arena más arriba de la línea de marea. La charla y las risas con la colegada mientras caminas a un ritmo más bien caribeño. Un respiro perfecto para desconectar de tanto temporal, galerna, ciclogénesis o como cojones se quiera llamarlo. Oxígeno que pedía el cuerpo y el espíritu para volver a coger energía para la siguiente que llegue. O que ya ha llegado, por lo que se mira tras la ventana.

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A media tarde nos recogemos en casa de un buen amigo, no arrellanamos en su sofá con las piernas calientes y el ánimo templado, compartiendo cervezas, tónicas y pastas comentando la jugada del día o contando anécdotas que van surgiendo. Para redondear, retransmiten por la caja tonta el partido de basket del Obradoiro, del que somos fieles seguidores, contra el Juventud y no me imagino mejor compañía para ir quemando tiempo hasta el fin de fiesta que tenemos programado. Llegamos hasta el tercer cuarto del partido, que parece encarrilado y lo tenemos que dejar sin saber el resultado final, porque tenemos que ir poniéndonos las pilas para el ansiado colofón de la velada. Una de mis aficiones favoritas de un tiempo a esta parte por estas fechas.

Sí, amigos, el sábado tocaba furancho. Ya había ganas. Se echaba de menos esa costumbre. Que qué es un furancho? Pues vienen a ser garajes, bodegas, galpones o terrazas de casas particulares donde los paisanos que hacen vino artesanal para consumo casero o particular se deshacen de los excedentes de ese vino que no han consumido en esa temporada, a precios muy populares y acompañándolo de tapas y comida también casera. Se anuncian poniendo una rama de loureiro o laurel en un lugar bien visible de la casa. Una tradición muy gallega y a la que soy adicto desde hace años gracias a mis amiguetes del Morrazo. Y eso que soy el único bicho raro de esa banda al que no le gusta el vino. No pruebo ni gota. A pesar de que siempre soy blanco de risas, pullas y chanzas por ese motivo cuando tengo que pedir agua. Allí no se puede tomar cerveza, ni cubatas, ni licores, ni nada que no sea el vino blanco o tinto del paisano. Si no quieres vino, te jodes y agua, cuando la hay. Pero amigos, el quiz de la cuestión para un glotón como yo está en la comida, en esas tapas y en esa comida casera. Que le den por culo al vino, tíos. Menudas panzadas me pego a cuenta. Que delicias se preparan en esos fogones la inmensa mayoría de las veces. A mi me compensa, joder si no.

Y esta vez era especial. No nos íbamos a quedar en la zona de Cangas, que tiene muchos y de mucha tradición, por experiencia lo digo. Un amigo le había comentado a uno de mis colegas sobre uno que había en la zona de Santa Cristina de Cobres y le habló de una estupenda empanada de millo corvo con chocos en su tinta y de buen vino. No hacía falta decir más. Todos de acuerdo, ni el más mínimo pero. Había que comprobar esas credenciales. Quedamos con esos amigos en el camino y para allá les seguimos, que los dueños eran conocidos del amigo y eso nos convertía en clientes vip del furancho. Y menos mal porque el tema estaba petado y había ambientazo. El galpón estaba caldeado y abarrotado y contrastaba con el frío y el silencio nocturno.

Con la mesa reservada para los doce que éramos empezaron a desfilar jarras de vino blanco y tinto. También una botellita de agua para mi y las consabidas risas y chistes del paisano y los amigos que acababa de conocer mientras trasegaban sus cuncas o tazas. Lo habitual, vamos. A mi lo que me interesaba era lo gastronómico y poco tardó en llegar. Oreja, tortillas, zorza, chorizos picantes caseros, pan de millo o maíz. Y la empanada. Joder con la empanada. Deliciosa, redios. Excelente. Hizo honor a su fama y me supo a bien poco. Hubiera repetido un par de veces más, seguro. La gula me puede siempre.

Allí estuvimos hasta entrada la madrugada. El vino hizo su efecto en los que bebieron, que eran todos menos un par de chicas y yo, que éramos a los que nos tocaba conducir. Por cierto, que gracias a nuestra condición de vips, el paisano nos dejó una botella de licor café en la mesa para nuestro uso y abuso. La hostia en verso. Mejor dicho, para todos menos para mi, que tampoco lo bebo. Pero eso es otra historia y la peor resaca de mi vida. Risas, cachondeo, allí ya no había desconocidos, ya todos eran de la familia, hasta los vecinos de mesa. Además, esa mierda del guasap no funcionaba y apenas se sacó el móvil tocapelotas. Apenas algunos amagos. Como lo de ese cartel de un bar que decía ‘no tenemos wi-fi, o sea que charlen‘, o algo así. La verdad es que las horas pasaron volando en ese fin de fiesta que mereció la pena. Como estaba la empanada, señores.

Después de los momentos de exaltación de la amistad y las despedidas habituales toca coger el coche y volver a cruzar el charco hacia Vigo. Se agradece el calor del interior del coche. Estómago satisfecho y ánimo feliz para ponerse en marcha. Mi acompañante va contestando cada vez de manera más espaciada, cayendo lentamente bajo los efectos del vino, la comida y el calor del habitáculo. Poco a poco se le cierran los párpados y me abandona. Me quedo sólo al volante, acompañado de la música. No me importa. Me gusta. Siempre me ha gustado cruzar el puente de Rande de noche y hoy no va ser distinto a otras tantas noches. El todavía mojado asfalto brilla bajo los focos del puente. Siento el viento empujando el coche. Veo las miles de luces de mi ciudad, el cielo oscuro y el resplandecer del mar en aparente calma. Intuyo las bateas y que las Cíes deben de estar allá, al fondo, donde siempre han estado. Nadie delante y nadie se ve en el retrovisor mientras cruzo la ría.

En ese momento empieza a sonar la canción de hoy y siento que es el momento perfecto para dejarme abrazar por ella. Dejarme atrapar por la voz de Mark Lanegan como tantas otras veces. Apenas tres minutos. Tres minutos que suenan también nocturnos, que se visten de áspero terciopelo y de oscura melancolía. De sencilla y ruda elegancia. Recuerda su cara, recuerda su voz girando y girando en su cabeza es lo que apenas entiendo de lo que me canta. Apenas tres minutos para recordar porque me gusta tanto la música. Tres minutos para sentir ese placer que rodea ese corto e intenso momento. Tres minutos que quieren que no terminen tan rápido como cruzar un puente. Tres minutos de sensaciones que te gustaría sentir durante horas. Tres minutos que se escurren entre los dedos en apenas tres minutos. Mientras dejas el puente detrás.

Mark Lanegan – Hotel
Scraps at Midnight, 1998

I don’t speak the truth too much,
hear the roars and the hush…

………………………………………………………………………………..

From the dive down to the wet,
usually I fall, tell myself,
It doesn’t matter anyway,
that this is just another day.

I don’t speak the truth too much,
hear the roars and the hush.
And the cold chill of time.
And I’m happy murderin’ my mind.

Oh, I remember your voice,
turnin’ around and around
and around in my head.
Now it’s just like you said,
everything inside is dead.

From the pillar to the post,
I kill what I can miss the most
of the blame when you get in touch.
Another town, another torch.

Thought I saw you in a dream,
fill the hours in between
when I call myself alone.
Then I disappear below.

I remember your face
but it’s been a long,
been a long, been a long, long day.
What I did along the way,
well, I wouldn’t care to say.

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Después hundirme en lo mojado
normalmente caigo, me digo,
no importa de todos modos,
esto es sólo otro día.

Yo no hablo demasiado la verdad,
escucho los rugidos y el silencio. 
Y el helado escalofrío del tiempo.
Y soy feliz matando mi mente.

Ah, recuerdo tu voz
dando vueltas y vueltas
y vueltas en mi cabeza.
Ahora es tal como dijiste,
todo dentro está muerto.

Desde la columna al poste,
mato todo lo que puede perderse
de la culpa para cuando te pongas en contacto.
Otra ciudad, otra antorcha.

Creí verte en un sueño,
llenando las horas entre medias
cuando me llamo a solas.
Luego desaparezco.

Recuerdo tu cara
pero ha sido un largo,
ha sido un largo, ha sido un largo, largo día.
Lo que hice por el camino,
bien, no me gustaría contarlo. *

………………………………………………………………………………..

Nos vemos.

* Traducida con mucho esfuerzo por el incompetente de siempre. Esta vez más a su puta bola que de costumbre, ya aviso.

Pd.- Al final, el Obradoiro se llevó el partido. Mejor imposible.

6 comentarios en “Canciones de Pachi [XXX]

  1. Suena a fin de semana completo, de lujo! Fabuloso tema además como broche de cierre, en ese tranquilo y evocador regreso a casa, tras esa fabulosa manera jornada. Eso sí, después de ponernos los dientes largos con lo que cuentas, se echa de menos alguna foto del recorrido…

    Me alegra que al menos el azote invernal os haya dado un respiro, al que sacar ese máximo partido, 😉

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  2. Hola, D’Angel…

    Pues sí, la verdad es que exprimimos al máximo ese breve momento de calma entre tempestades. Aunque me quedara con más ganas de empanada. Tiene pinta de que va a ser de esos manjares que quedan idealizados para el recuerdo…

    La verdad es que hubiera sido buena idea poner alguna foto, fallo mío, ni siquiera me acordé de llevar la cámara. A ver si consigo alguna de las que sacaron los colegas. Me han enviado alguna chula pero salen ellos y no me gusta que aparezca nadie, prefiero las anónimas.

    Nos vemos.

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